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Los últimos 18 000 años

Casi 18 000 años atrás, apenas tras el último máximo glacial, el nivel del mar se encontraba situado unas cuantas decenas de metros por debajo del nivel actual. Los glaciares que cubrían las zonas más altas de los Pirineo fueron desapareciendo lentamente y, en algunos circos y en algunas concavidades del perfil longitudinal de sus valles, se formaban pequeñas cuencas lacustres, a veces contenidas por las antiguas morrenas.

La progresiva disminución de la superficie de los casquetes polares, provocó una trasgresión marina que anegó las tierras bajas costeras y las antiguas llanuras deltaicas.

Hace 11 500 años, cuando se inició el Holoceno, el periodo geológico actual, el nivel del mar se había ido estabilizando y se encontraba alrededor de 2 metros por encima de la cota actual. La mayor parte de las llanuras del Empordà, del Besòs, del delta del Llobregat y del delta del Ebro se encontraban sumergidas. Eran bahías poco profundas, rodeadas de tierras bajas aluviales, de las cuales emergían algunos islotes. Hacia el año 1000 a.C., la acumulación de sedimentos aportados por los ríos había hecho aumentar considerablemente las áreas emergidas y su paisaje consistía en humedales y tierras bajas pantanosas. En los asentamientos humanos, localizados en la periferia de aquellas llanuras y también en algunos islotes, se empezaron a desarrollar la agricultura y la ganadería; los restos de los poblados íberos son buen testimonio de ello.

Ya en tiempos históricos, las llanuras litorales del Empordà, del bajo Llobregat y del Ebro habían ido creciendo con los aluviones aportados por los ríos, de forma que, hacia el año 50, la línea de costa era ya bastante próxima a la actual (figura 19).

Figura 19: Reconstrucción de la línea de costa, en azul, hacia el año 50, con la situación de las principales ciudades romanas en el litoral catalán

Figura 19: Reconstrucción de la línea de costa, en azul, hacia el año 50, con la situación de las principales ciudades romanas en el litoral catalán

Durante la Edad Media, debido a conflictos políticos y militares entre nobles vecinos, algunos ríos, como el curso bajo del Ter, fueron repetidamente desviados. En las zonas de montaña, de fuertes pendientes, la actividad antrópica dejó su impronta en el paisaje en forma de bancales y terrazas de cultivo.

Más tarde, en el siglo XVII, la deforestación de grandes áreas de bosque se tradujo en un aumento considerable de las aportaciones de los ríos y, en consecuencia, en un incremento de la superficie emergida en las llanuras deltaicas y costeras. El delta del Ebro alcanzó su extensión máxima hacia finales de los años 10 del siglo XX. Desde entonces, por razón de la retención de sedimentos en los embalses de su cuenca, el volumen de materiales del delta permanece prácticamente constante. Los sedimentos disponibles actualmente son redistribuidos por la acción de las corrientes de deriva litoral, por las olas y, en menor medida, por las mareas, de forma que la silueta del delta del Ebro tiende a ser redondeada, al estilo de la del delta del Llobregat. Durante el resto del siglo XX el paisaje de Cataluña ha ido evolucionando con pocos cambios, casi todos debidos a la acción antrópica, hasta alcanzar el aspecto que podemos percibir actualmente.