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Desde hace 2 Ma hasta el año 18 000 antes de nuestra era

Es durante el Pleistoceno cuando la Península Ibérica adquirió el resto de los rasgos geográficos que le darán el aspecto con el que la conocemos actualmente. Desde el punto de vista de la geodinámica interna, a partir de finales del Plioceno, hace unos 2 Ma, empezó un periodo de calma relativa, rota puntualmente por las erupciones volcánicas localizadas en la zona nororiental de Cataluña. Pero, climáticamente, es una época con mucha variabilidad. Después de un tiempo de clima benigno, que se mantuvo desde finales del Plioceno hasta mediados del Pleistoceno, desde unos 900 000 años atrás, tuvieron lugar cinco glaciaciones separadas por intervalos de clima más cálido, los denominados interglaciares (figura 17).

Figura 17: Curvas climáticas del último millón de años (Pleistoceno y Holoceno); los números pares indican cada una de las épocas glaciales y los impares los periodos cálidos interglaciales. Detalle de la Tabla de los tiempos geológicos.

Figura 17: Curvas climáticas del último millón de años (Pleistoceno y Holoceno); los números pares indican cada una de las épocas glaciales y los impares los periodos cálidos interglaciales. Detalle de la Tabla de los tiempos geológicos.

Durante las épocas glaciales la precipitación de nieve superaba la fusión estival, y año tras año, se iban acumulando grandes cantidades de hielo en los casquetes polares y en las zonas con relieves más elevados (figura 18). Mientras se mantenían las condiciones glaciales, el volumen de agua atrapada en los casquetes polares en forma de hielo provocaba que el nivel del mar descendiera unas cuántas decenas de metros por debajo del nivel actual. Consecuentemente, los cursos de agua se encajaban fuertemente en el relieve y depositaban, en sus desembocaduras, gravas y arenas en forma de abanicos costeros y deltas. En las zonas más altas de los Pirineos se formaban circos y glaciares de valle, los cuales acumulaban y transportaban bloques y fragmentos de roca a sus morrenas, al mismo tiempo que erosionaban sus lechos, confiriéndoles la típica sección en U de los valles de origen glaciar. En las áreas con fuertes pendientes próximas a los glaciares, las zonas denominadas periglaciares, el proceso iterativo de congelación-fusión del agua intersticial de las rocas y del agua retenida en grietas y diaclasas provocaba la fragmentación mecánica y la consecuente acumulación de los bloques y cantos en los pies de las vertientes en forma de canchales y de conos de depósitos de vertiente muy característicos.

Figura 18: La configuración de la Tierra durante las épocas glaciales pleistocenas, con extensos casquetes polares

Figura 18: La configuración de la Tierra durante las épocas glaciales pleistocenas, con extensos casquetes polares

 

Durante las épocas interglaciales, una gran parte del hielo de los casquetes polares se fundía, el nivel del mar ascendía y los cursos de agua depositaban los sedimentos que transportaban en las orillas de sus lechos. Lejos de las áreas glaciales, aquellos cambios climáticos se reflejaban en la formación de suelos y costras carbonatadas sobre los sedimentos aluviales y en la acumulación periódica de sedimentos finos como el loess, que eran transportados por el viento en forma de nubes de polvo.

En las zonas con afloramientos extensos de rocas carbonatadas, de conglomerados con los cantos y el cemento carbonatado o de otras rocas solubles en agua o en ácido carbónico, se desarrollaban procesos cársticos que dieron lugar a sistemas de cavernas, simas y dolinas. Algunas de aquellas dolinas evolucionaron hacia verdaderas áreas lacustres. En las salidas de los sistemas cársticos, las aguas saturadas en carbonato cálcico sedimentaban y, en algunos casos continúan sedimentando actualmente, unos precipitados e incrustaciones de carbonatos, los travertinos. Los cambios en el nivel de base, junto con la acción combinada de disolución química y abrasión mecánica, provocaron que, al atravesar zonas constituidas por carbonatos, los cursos fluviales se encajonaran en el relieve formando desfiladeros estrechos y profundos.

Así, durante el Pleistoceno, el encajamiento de la red de drenaje iba generando unos vacíos potenciales que tendían a rellenarse. La reiteración en el tiempo de todos los procesos mencionados, condujo a la formación de terrazas y abanicos aluviales escalonados, a la incisión de los desfiladeros fluviales, a la formación de plataformas marinas de abrasión, al establecimiento de la red fluvial casi tal y como la conocemos hoy en día y, a fin de cuentas, a la definición de los rasgos básicos de la escultura del paisaje actual.